martes, 29 de noviembre de 2016

Y ... ¿QUÉ FUE DEL ANTIGUO ALMACÉN DE VINOS?

 

El edificio de la Alhóndiga de Bilbao, diseñado por el arquitecto Ricardo Bastida e inaugurado en 1909, llegó a albergar en su época de esplendor más de 600 trabajadores entre el sótano, la planta principal y las dos superiores.
 
 
Trenes y camiones llegaban a la estación de Amezola. Allí, el vino, procedente en un 80% de La Rioja, era trasvasado desde las cubas a barricas para su transporte a la Alhóndiga, donde era almacenado en depósitos, primero de madera y posteriormente de acero inoxidable.
 
En la planta principal se encontraban los muelles de carga y descarga de la mercancía, así como las básculas y las oficinas de arbitrios. En la primera planta, estaban ubicados los depósitos de los vinateros (a los que se accedía mediante ocho montacargas hidráulicos) y la superior estaba reservada a los depósitos de licores, aceites y aceitunas.
 
Durante casi 70 años, en jornadas maratonianas de 8 de la mañana a 8 de la tarde, mantuvo su actividad hasta que, en 1977, Gaztelondo tomó el relevo como alhóndiga de la Villa, comenzando así su declive.
 
 
Desde entonces, numerosas vicisitudes han ido jalonando la historia de este viejo almacén de vinos de carácter modernista hasta que  Philippe Starck (tras desecharlo Gehry como primera ubicación para el Museo Guggenheim y ser declarado en 1999 bien de interés cultural) tras una década de obras y una excelente labor de rehabilitación -acorde a su propio reto de "humanizar" este espacio-ha conseguido devolverlo a la máxima actualidad.
 
 
Para ello, el antiguo fortín de Bastida fue vaciado, surgiendo un nuevo centro compuesto de tres edificios encuadrados por la antigua fachada en el que el ladrillo, el acero, el hormigón y el vidrio han sido los materiales predominantes.
 
 





En su interior, un gran atrio de 6000 metros cuadrados a modo de plaza, actúa como recibidor. En él, 43 columnas de 3 metros de alto cada una -encargo de Starck al escenógrafo Lorenzo Baraldi-ejercen doble función: La primordial, como elemento sustentante para los tres edificios y la lúdica, al ofrecernos un bosque de columnas que supone un paseo por todos los estilos de la historia del arte.
 
 
 
 
 

Desde esta planta baja, además, se puede observar tanto el movimiento del agua de la piscina situada en la cubierta del edificio como el vaivén de los bañistas como parte de la decoración del techo. Además de las piscinas con luz natural, el centro dispone de una enorme mediateca, diversos restaurantes, un solárium de 3.000 metros cuadrados, cines y tan sólo una tienda de recuerdos.
 
 
Punto neurálgico y lúdico para todos aquéllos que, en la actualidad, se acerquen a la antigua Alhóndiga, el antiguo almacén de vinos se ha convertido en un centro imprescindible de diversión y recreo totalmente recomendable para nuestra próxima visita a Bilbao.
 
 
 
Hortensia Déniz
Sumiller EEC
 
Texto y fotos: Loreto Loreto 
 
 


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