lunes, 10 de abril de 2017

 
 
 
¿ A  QUÉ  TE  HUELE...?
 
 
 
 

 
 
Dentro de las tres fases en las que se suele dividir una cata de vinos damos paso a la segunda (nariz) una vez que hemos podido extraer toda la información posible de la visual. 
 
Y es precisamente entonces cuando el olfato, nuestro sentido más ancestral, se pone en funcionamiento. El olfato, imprescindible herramienta de trabajo para un sumiller no es, en ocasiones, suficientemente valorado.
 
 
La percepción del olor se realiza en el cerebro. La memoria de nuestros olores está relacionada con las emociones que producen, al igual que con el recuerdo de lo que percibimos a través de él. Cuando olemos algo, solemos identificarlo. Sin embargo, a la hora de recordar es más fácil acordarnos de si nos gustaba o no más que del olor en sí mismo.
 
 
Esto ocurre porque este sentido activa en mayor medida la región cerebral de la memoria episódica (almacén de nuestras experiencias pasadas) que la memoria semántica.
 
Sabemos de la importancia de entrenar el olfato por ejemplo para un catador. Para ello, nos valemos de no sólo una copa de vino o licor, o de una taza de café. O de alimentos varios... Todo sirve. Lo importante es oler, oler, oler. 



















 
También echamos mano de los perfumes. Muchos con ciertos componentes de madera, flores, esencias de vainilla, toques metálicos... que podemos asociar perfectamente a muchos aromas del vino. Y no se trata, tan sólo, de recordar mentalmente las sustancias que vamos oliendo, sino también las sensaciones que nos producen.

En principio puede parecer un ejercicio complicado. Sin embargo, con la práctica se convierte en un juego. Didáctico, apasionante y, por supuesto, más fácil cada vez.

Recomiendo llevar "encendida" nuestra nariz donde quiera que vayamos: Da igual que estemos en una cafetería o en la tienda del pan. En el mercado o en la pastelería de moda. Aprovecha, aprovecha cualquier ocasión para obtener una mayor agudeza y sensibilidad. Para percibir con toda nitidez el mundo de aromas que te rodea.

Y dentro de mi personal ejercicio, os recomiendo a todos aquéllos que os podáis acercar, la exposición que sobre el "Sentido del Olfato" tiene lugar en la Galería Elvira González desde el pasado 29 de marzo al 13 de mayo.
 
La galería cuenta en esta exposición con la instalación de obras de Olafur Eliasson, Ernesto Neto y Pae White. Tres artistas que han utilizado el sentido del olfato como elemento común para percibir sus obras, ocupando cada uno de ellos una sala de la galería.
 
Los tres artistas han sido seleccionados por la proximidad de sus ideas, que convergen en el interés por incorporar el sentido del olfato a sus obras como un factor de percepción. La estructura de cada una de ellas está directamente ligada al olor o aroma que desprenden, interpretándose como un elemento más de la composición al igual que el material, la forma o el color.  
 
La obra de Eliasson es una obra viva, hecha con liquen tejido en una malla de alambre que recubre toda una pared. El liquen, cambia de color, de olor y de aspecto dependiendo de su grado de humedad. Puede olernos a seco o a húmedo. Puede estar más o menos ocre... dependiendo de cuando está regado o no. 
 
 


 
White, por su parte, nos conduce sutilmente a través de olores  cotidianos que despiertan nuestra memoria creando una atmósfera envolvente gracias también a la iluminación y el sonido. Un auténtico bosque de "módulos"  en los que determinados aromas, evocadores también para la propia artista, emanan de pebeteros que, a modo de ramas, forman también parte de la instalación.
 



 


Ernesto Neto despliega toda su sensualidad en la obra creada para esta exposición. Olores a clavo, comino, pimienta negra y cúrcuma entre otros evidencian el interés del artista por trasladarnos a ese mundo sensorial en el que los olores identifican muchos momentos y evocan sensaciones y recuerdos de manera totalmente vívida.
 



Exposición, en suma, para no perderse.

Para evocar.
Para disfrutar.

Y para aprender... siempre un poquito más.




 
 

martes, 4 de abril de 2017

NO ES VINO
NO ES CERVEZA
NO ES UN DESTILADO

ES SAKE



 

 

Transparente o con color. Con limpidez o sin ella, es una bebida que, cada vez más, logra sorprendernos por su variedad y peculiaridad en el sabor.




No es un vino. Tampoco una cerveza. El sake es un licor fermentado a partir de arroz, con una graduación alcohólica de 14 a 20%vol. y que puede beberse fría,  templada o caliente.

 
Ésta podría ser una definición rápida y fácil de entender.
 
Sin embargo, el sale es un mucho más que éso. Es una bebida ritual en Japón a la que intentaremos acercarnos a través tan solo de unas líneas. Una aproximación para expolear la curiosidad de quiénes gustan de explorar nuevos horizontes.  

Efectivamente, las diferencias con el vino son muchas: La materia prima utilizada en su elaboración. Sus esenciales características. El proceso de producción. La temperatura de servicio. Las posibilidades de maridaje...

Veamos todo ello con algo más de detenimiento.

 
En el primer caso hablamos de uva. Para el sake tenemos que referirnos esencialmente al arroz. Arroz de un tipo determinado, puesto que debe contener una elevada concentración de almidón que, posteriormente, se transforma en azúcar fermentable gracias a la acción de un moho, el denominado Koki-jkin que hace su trabajo al calor y la luz de la sala de la bodega. 
 
Bodegas que, en su mayor parte, dada la importancia del agua en el proceso de su elaboración, poseen un manantial propio que favorece determinadas características de sabor, lo que añade al resultado final, una impronta casi personal del producto.

 

Si nos ponemos a describir sus características, también veremos que el énfasis en determinados puntos varía: así pasamos, por ejemplo, de hablar de astringencia y acidez para centrar nuestros sentidos en el umami y la dulzura de determinados sakes.
 

 



De lo que no cabe duda es de que, en ambos casos, la calidad del producto final depende de todos los factores implicados en dicho proceso. 

En cuánto a la temperatura de servicio, la libertad en el caso de la bebida japonesa es mayor puesto que, dentro de unos parámetros, puede consumirse tanto frío como tibio o caliente (pueden perder cierta finura al calentarlos). Y, evidentemente, no tiene nada que ver con los brebajes a los que estamos expuestos en algunos restaurantes y que nos sirven casi ardiendo en pequeñas tazas de porcelana. Nada que ver con el sake genuino.
 
Su vida es más corta en botella que la del vino. Y no mejoran con el tiempo en ella, por lo que es recomendable fijarse bien en la fecha de embotellado y consumirlo en torno a los 15 o 20 meses. Servidos en copa de vino pueden apreciarse mucho mejor sus matices y es una buena manera de disfrutarlos. También en cócteles...
 

 




Sus posibilidades de maridaje podemos decir que, prácticamente, se consideran hoy día casi infinitas. Combina a la perfección con determinados alimentos que se resisten a la mayor parte de los vinos y, de hecho, cada vez está siendo más valorado dentro de nuestra cocina occidental.
 



















 
 
Ahora sólo queda lanzarse...